Por Carlos Genatios*
La insuficiencia de viviendas adecuadas y la vulnerabilidad del hábitat, son reflejo de la difícil situación económica y social que vive buena parte de la población de América Latina y el Caribe ¿Cuántas viviendas hay que construir y cuántas hay que reparar? ¿Es ésta la pregunta a responder? ¿Qué es el déficit habitacional?
Con la finalidad de formular objetivos orientados a la solución de la insuficiencia de viviendas, se utiliza el déficit habitacional, cifra que busca sintetizar las deficiencias en vivienda y hábitat. El déficit cubre desde la ausencia total de vivienda a la ausencia de condiciones que aseguren una vida digna. El déficit habitacional guía programas públicos y de financiamiento de organismos multilaterales.
En 2011 la CEPAL lo cuantificó en 22.7 millones de unidades. Pero esta cifra puede incrementarse o disminuirse, en la medida en que se incorporen parámetros de seguridad, salubridad y calidad de vida más o menos rigurosos.
En un estudio del BID se define el déficit habitacional como la combinación de requerimientos cuantitativos y cualitativos:
Para 2006 el déficit habitacional se cuantificó en 18.7 millones de hogares urbanos. Para 2011, CEPAL lo cuantifico en 22.7 millones.
La aplicación de este análisis a la región condujo a que para 2012 el déficit estaba compuesto de la siguiente manera (las cifras en cada categoría no equivalen a la sumatoria de sus componentes. Por ejemplo, algunos hogares que carecen de saneamiento pueden carecer de agua potable):
¿Y la Vulnerabilidad ante amenazas naturales?
Todas estas estimaciones del déficit pueden ser peores: la verificación de las condiciones de seguridad ante terremotos no está incluida. Las cifras son derivadas de los censos nacionales, los cuales incluyen datos sobre la calidad de la vivienda, pero no incluyen suficiente información técnica para definir con precisión las capacidades estructurales y la seguridad de las viviendas y del entorno.
En ese análisis se resume la problemática de la capacidad portante de la estructura, a “paredes deficientes” como el 2%. Esta visión es errada. Resumir el problema estructural asociado a viviendas informales autoconstruidas, que en muchos casos pueden llegar a constituir el 60% de las viviendas en las grandes ciudades, a una expresión del “2% de viviendas con paredes deficientes”, es errado y requiere de un esfuerzo en la mejora de los instrumentos de análisis.
Según otro estudio del BID, una de cada tres familias “habita en una vivienda inadecuada o construida con materiales precarios o carente de servicios básicos”. “Casi dos millones de las tres millones de familias que se forman cada año en las ciudades latinoamericanas se ven obligadas a instalarse en viviendas informales, como en las zonas marginales, a causa de una oferta insuficiente de viviendas adecuadas y asequibles”.
Cada año dos terceras partes de las nuevas familias habita viviendas construidas con materiales precarios, de manera informal, con escasos recursos y sin el conocimiento ni el apoyo técnico necesarios. Estas viviendas están construidas en asentamientos informales ubicados en zonas de riesgo, inseguros, con servicios insuficientes y lo más probable es que sean vulnerables ante amenazas naturales como terremotos, lluvias, huracanes e inundaciones y cambio climático.
Los criterios de vulnerabilidad no son tomados en cuenta de manera rigurosa, de incorporarse, las cifras del déficit habitacional crecerían significativamente.
Se atienden más los efectos que las causas:
Los requerimientos de vivienda expresados en el déficit habitacional son consecuencia de una situación de pobreza y exclusión que afecta a amplios sectores de la población. La exclusión consiste en condiciones como insuficiencia de empleo adecuado y estable, falta de acceso a créditos, falta de conocimiento o asesoramiento técnico y falta de titularización de la propiedad y de la tierra.
El investigador, Alfredo Cilento, insiste en un cambio de paradigma para analizar el déficit: “¿Cuál déficit de vivienda? Los pobres urbanos han aprendido a proveerse un hogar cerca de los lugares de trabajo ya sean, alojamiento y trabajo, legales o no. Otras necesidades son más apremiantes y difíciles de resolver por ellos mismos: mejores oportunidades de trabajo o subsistencia, salud, educación, alimentación, seguridad de bienes y personas, seguridad social y jurídica, facilidades de desplazamiento, acceso a crédito costeable, reducción de la vulnerabilidad social, económica y física, cultura, recreación … El “déficit de vivienda” solo aparece en coyunturas en las que se carga con centenares de miles de damnificados de tragedias no atendidas oportuna y apropiadamente mediante mecanismos de planificación y prevención”.
Distintas experiencias muestran el fracaso de esfuerzos por dotar de vivienda sin que existan condiciones sociales, de trabajo y de vínculos vecinales. En 1954-55 fue construido en Saint Louis, el gran conjunto de edificios de Pruitt Igoe para 15.000 habitantes, proyecto premiado para “familias pobres” de Minuro Yamasaki, proyectista del WTC de New York. Este proyecto fue desmantelado y luego tomado por invasores que ocuparon los apartamentos abandonados o “cedidos-vendidos” por los primeros adjudicatarios, el conjunto fue demolido en 1972.
El caso de ciudades enteras desarrolladas en las últimas décadas en China que se mantienen deshabitadas, es otro ejemplo. En México, después de más de una década de construcción de vivienda de bajo costo en la periferia de las grandes ciudades, muchas familias abandonaron las casas por las que se endeudaron, debido a la falta de servicios, la mala calidad de las construcciones y la dificultad para transportarse. Los que se han quedado enfrentan la inseguridad y la incertidumbre
Ejemplo de desarrollo habitacional que generó mala calidad de vida en México. Fuente: Universidad Jesuita de Guadalajara
Si la construcción masiva de viviendas en urbanismos repetitivos, generados para resolver el “déficit habitacional”, no cuenta con los adecuados criterios de seguridad y calidad de vida, en muchas ocasiones no hace sino generar malas condiciones de vida, que luego requieren de intervenciones gubernamentales para su mejora o su eliminación.
Con el enfoque del déficit habitacional, se trata de enfrentar el problema desde las consecuencias, sin atender necesariamente las causas, y esto conduce a nuevos problemas. La causa del problema de la vivienda son la pobreza y la exclusión. La exclusión debe ser entendida en un amplio sentido económico, social y humano. Su principal característica puede ser la económica, pero incluye oportunidades y capacidades para labrarse un camino en una sociedad productiva, con empleo, estudios, apoyo financiero y conocimiento.
*Carlos Genatios es Ph.D en Ingeniería Estructural, Coordinador General de la Red Geópolis, para la Reducción de Riesgos de Desastres en Latinoamérica, Académico de Número de la Academia Nacional de la Ingeniería y el Hábitat, ingeniero consultor en ingeniería sísmica, vivienda, infraestructura y reducción de riesgos de desastres, profesor titular de la Universidad Central de Venezuela. Fue ministro de Ciencia y Tecnología, Director General del Ministerio de Desarrollo Urbano y Viceministro de Infraestructura, Presidente del Consejo Andino de Ciencia y Tecnología. Es autor de 14 libros, 150 artículos científico-técnicos, 300 artículos de opinión y numerosos proyectos de infraestructura, ingeniería sismorresistente y reducción de riesgos de desastres, fundador de 7 cátedras. Consultor del BID, CAF, CEPAL. Es comendador de las Palmas Académicas y Gran Oficial del Orden del Mérito de la República Francesa.
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